(Español) Lorenzo Silva: «Donde los Escorpiones»

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Lorenzo Silva: “Donde los Escorpiones”. Planeta. Destino. Barcelona 2016. 348 pgs.

donde-los-escorpiones-lorenzo-silvaLos que ya somos lectores habituales de las entregas que Lorenzo Silva nos obsequia, con las andanzas de Bevilacqua y Chamorro, no solemos perder tiempo leyendo comentarios o reseñas. Ni nos preguntamos cual será el nuevo caso, ni la sinopsis del argumento. Sencillamente compramos el libro, y lo leemos de un tirón. Esta vez fue en una librería de Cuenca, donde había entrado para pedir una información. “Hombre, ya que estoy aquí, ¿tiene usted el nuevo libro de Lorenzo Silva, algo sobre escorpiones? Salí con la información que buscaba y con el libro debajo del brazo. El prospecto de la portada decía algo sobre el primer caso fuera de España, pero como digo, no es esa variante la que me hace recrearme con esta lectura.

Y es que Silva narra como en dos planos, quizá en tres. En el primero, el que menos me atrae -aunque sitúe la acción en Afganistán con todo lo exótico que eso pueda ser- van los hechos y la investigación. Algo lento, donde pasas páginas sin llegar a situarte, y te sientes perdido. Como el mismo Vila, al que después de seguirle durante dos tercios de la lectura, le “queda la sensación de que nos sigue faltando algo fundamental. No es sencillo definirlo. El tornillo, la clave que nos permita unir alguna pieza con otra y a partir de ahí armar el mecano entero”. El mecano o rompecabezas está, a mi modo de ver, excesivamente saturados de iniciales, cargos, graduaciones militares, y variantes de divisiones bélicas y de armamento que no me dicen nada.

El segundo plano, el de los personajes, es donde te agarra la narrativa, y te divierte. La descripción de los protagonistas es, sin duda, el punto alto de la prosa de Lorenzo Silva. Los dibuja clavados, casi salen del papel, y sintonizas con los diálogos. “Chamorro era de esa gente que sabe disfrutar del ejercicio físico y estaba en forma, pero yo, que siempre me he aburrido mucho corriendo y no digamos atrapado en alguna máquina de gimnasio, había dejado que me cayeran en cima cuatro o cinco kilos de más”. No sólo la dupla consagrada Vila y Chamorro, sino los subalternos, como la cabo Salgado, que fulmina a la gente con su mirada de Rita Hayworth

Como la guardia civil actúa en esta novela fuera de España, toca alternar con otras divisiones militares, y con patentes variadas. La ocasión la pintan calva para los diálogos con enjundia, como el que Vila sostiene con un coronel de aviación:

-Me dijo su general que es usted el número uno de los suyos.

– El general tiene la fea costumbre de decir esas cosas con las que no me hace ningún favor, porque genera expectativas que quizá vayan más allá de mis méritos. Soy uno de tantos guardias que podrían hacer este trabajo y seguro que los hay mejores. Lo único que tengo a mi favor es que he visto unos cuantos muertos y he podido dar con la pista de unos cuantos asesinos. Como lo de sus horas de vuelo, pero en plan macabro.

Y, por si fuera poco, utilizar uniforme. Otra ocasión para el regodeo que es el punto alto de la lectura. “Un uniforme que me exponía y me delataba de la forma más engorrosa. Lo había empezado a sentir tan pronto como me coloqué aquella boina de boy scout, tan poco adecuada para un hombre de edad como yo…Eran ya demasiados años yendo por ahí inadvertido, con la inestimable ayuda de mi porte mediano y de mi fisionomía vulgar. Más que un uniforme, tenía la sensación de haberme puesto un traje de lentejuelas”.

Y el tercer plano, es el subteniente Bevilacqua convertido en un filósofo vitalista. Independiente de acompañar los tejemanejes del argumento policiaco sólo por eso vale la pena la lectura. Vila, con una “edad que todo lo ablanda”, nos brinda reflexiones con mucha miga. “Hay un momento en la vida en el que uno acepta que todo cuanto es y tiene no pasa de ser una contingencia a la que tampoco hay que exagerar el apego.  Me sorprendí sintiendo que no sólo no me importaba que me despacharan a una guerra y al peor país del mundo, sino que casi me motivaba y me disparaba la adrenalina como al mozalbete que ya ni era ni podía volver a ser  (…) Me entraba una nostalgia extraña, del que habría podido ser y no era, y el deseo de regresar algún día al lugar donde seguían quienes me habían dado el apellido y al fin y al cabo una parte del carácter, para reencontrar algo perdido que seguramente explicaba una porción de mis desajustes crónicos y mis pobres virtudes”.

Nos vamos haciendo mayores. Todos. Vila, Chamorro, Lorenzo Silva. Y los lectores. Y quizá por eso disfrutas con una lectura de la que no guardas nada del argumento, sino de los momentos entretenidos que vives en compañía de quienes son ya viejos amigos. “Así es la vida, caprichosa e incomprensible, y envejecer es en buena medida aprender a aceptar su absurdo con naturalidad y sin descomponerse (…) Frente a las personas, si reducimos al máximo, experimentamos dos clases de reacciones: o nos gustan, o no. Puede ser que el gusto no suscite pasión alguna, y que el disgusto no llegue a ser insoportable, pero será a uno y otro conjunto al que debamos adscribir a cualquier persona que nos crucemos”

Aunque tampoco hay que ser tan categórico ni trágico. Envejecer es también saber reírse, y quitar importancia a las cosas; a las propias y a las ajenas. Esperemos la próxima aventura a ver si Vila -y nosotros mismos- progresamos en ese empeño.

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